viernes, 6 de noviembre de 2015

El descubrimiento del otro

Quiero hablar del descubrimiento que el yo hace del otro. El tema es inmenso. [...] De los numerosos relatos que se nos ofrecen he escogido uno: el del Descubrimiento y la Conquista de América. [...]

Dos justificaciones fundamentaron –a posteriori– la elección de este tema como primer paso en el mundo del descubrimiento del otro. En primer lugar, el descubrimiento de América, o más bien de los americanos, es sin duda el encuentro más asombroso de nuestra historia. En el «descubrimiento» de los demás continentes y de los demás hombres no existe realmente ese sentimiento de extrañeza radical: los europeos nunca ignoraron por completo la existencia de África, o de la India, o de China; su recuerdo está siempre ya presente, desde los orígenes. Cierto es que la Luna está más lejos que América, pero sabemos hoy en día que ese encuentro no es tal, que ese descubrimiento no implica sorpresas del mismo tipo: para poder fotografiar a un ser vivo en la Luna, es necesario que un cosmonauta vaya a colocarse frente a la cámara, y en su casco vemos un reflejo, el de otro terrícola.

Al comienzo del siglo XVI los indios de América están bien presentes, pero ignoramos todo de ellos, aun si –como es de esperar– proyectamos sobre los seres recientemente descubiertos imágenes e ideas que se refieren a otras poblaciones lejanas. El encuentro nunca volverá a alcanzar tal intensidad, si esa es la palabra que se debe emplear: el siglo XVI habrá visto perpetrarse el mayor genocidio de la historia humana.

Los indios físicamente desnudos también son, para los ojos de Colón, seres despojados de toda propiedad cultural. Se caracterizan en cierta forma por la ausencia de costumbres, ritos, religión; lo que tiene cierta lógica, puesto que para un hombre como Colón los seres humanos se visten después de su expulsión del paraíso, que a su vez es el origen de su identidad cultural. [...] es significativo el hecho de que [la desnudez física] lo lleva a la imagen de la desnudez espiritual: «Me parece que es gente muy pobre de todo», escribe en el primer encuentro [12/10/1492]. Esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley» [27/11/1492]. Ya se sabe que los indios están desprovistos de lengua, ahora se descubre que carecen de ley y religión [...] No tiene nada de asombroso que estos indios, culturalmente vírgenes, página blanca que espera la inscripción española y cristiana, se parezcan entre sí: «La gente toda era una con los otros ya dichos de las mismas condiciones.». [17/10/1492]

«Ellos son gente como los otros que he hallado y de la misma creencia.» [3/12/1492] «Son la mejor gente del mundo y más mansa.» [16/12/1496]
«Los indios se asemejan porque todos están desnudos, privados de características distintivas.»

No podemos esperar encontrar en los escritos de Colón un conocimiento detallado de la población.[...] Colón decide admirarlo todo y la belleza física en primer lugar [...]. Esta admiración, decidida de antemano, se extiende al plano de la moral. «Estas gentes son buenas», declara Colón desde un principio, sin preocuparse de fundamentar su afirmación.

Por lo demás, cuando llegue a conocer mejor a los indios, habrá de dar en el otro extremo, pero no por ello son menos dignas de fe sus informaciones. Se ve a sí mismo naufragado en Jamaica «cercado de un cuento de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros» [Carta a los Reyes 7/7/1503]. Lo que más llama la atención aquí, es que para caracterizar a los indios Colón sólo encuentra adjetivos de tipo bueno/malo, que en realidad no nos enseñan nada [...] porque corresponden a estados momentáneos y no a características estables, porque vienen de la apreciación pragmática de una situación y no del deseo de conocer.

La primera reacción espontánea frente al extranjero es imaginarlo inferior, puesto que es diferente de nosotros ni siquiera es un hombre, o si lo es, es un bárbaro inferior. Si no habla nuestra lengua es que no habla ninguna; no sabe hablar, como pensaba todavía Colón. Y así, como los eslavos de Europa llaman a su vecino alemán nemec: el mudo; los mayas de Yucatán llaman a los invasores toltecas nunob: los mudos, y los mayas chakchikeles se refieren a los mayas nam como tartamudos o mudos, y los que no hablan nauthl son llamados tenime: bárbaros, o popolca: salvajes. 

(TODOROV, T. (1992). La Conquista de América. El problema del otro (págs. 13 y 14.). Siglo XXI Editores.)


Actividad:

1. ¿Por qué Todorov dirá que el tema del descubrimiento que el «yo» hace del «otro» es inmenso? ¿Cómo fue ese descubrimiento en América?
2.  ¿Qué otras formas de «descubrimientos del otro» conoces? Puedes relacionarlas con situaciones de la vida personal u otros ejemplos históricos.
3. ¿Es posible pensar un encuentro con otros que no implique conflicto?


Tomado de Educ.ar 

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