lunes, 5 de noviembre de 2012

La mujer durante los primeros años de la colonia española.



 Aquì dejamos material para quienes decidan realizar el trabajo domiciliario sobre la Historia de las mujeres. Es sòlo para dar una introducciòn a còmo era considerada la mujer en todo Hispanoamerica colonial.

LA MUJER EN LA SOCIEDAD COLONIAL HISPANOAMERICANA


Las investigaciones que se han llevado adelante en 1970 nos permiten hacer un análisis de la mujer en la época colonial que diferencie clases sociales, lugares, estilos  de vida y etnia. 

Pues no es posible estudiar a la mujer como un todo homogéneo y solamente en su carácter de género, ya que por supuesto también estamos atravesadas por las diferencias sociales, económicas y políticas que afectan a los hombres.
 Algunas fueron conquistadoras y otras, conquistadas.



Mujeres blancas, cultura dominante.

En el siglo XVI, de los 45.327 viajeros que partieron a América, 10.118 fueron mujeres; de ellas, el 50 % fueron andaluzas; el 33 %, castellanas y el 16 %, extremeñas. Entre aquellas mujeres, se destacaron Isabel Barreto, única almiranta de la Armada de Felipe II, o Mencía Calderón, mujer de Juan de Sanabria, quien tras la muerte de su marido se encargó de la expedición al Río de la Plata.

¿Cuántas
y a qué vinieron? El casamiento.


Las primeras mujeres que llegaron a América fueron candidatas a esposas de los conquistadores que acá se habían instalado, otras menos, fueron ellas mismas conquistadoras.

Durante las dos primeras décadas del siglo XVI el número de ellas fue muy bajo, llegando en 1520 al 17% del total de españoles en nuestra tierra. Luego en 1580 llegaron al 25%.



Tenían un claro propósito de ascenso económico, pero no todas lograron su objetivo. Un sexto de las mujeres que llegaron entre 1560 y 1579 están registradas como sirvientas. Ya que para las tareas de servicio hay una gran mano de obra indígena barata, se presume que dichas sirvientas blancas fueran en realidad prostitutas encubiertas. Un respaldo de esta presunción es la documentación que expresa el descontento de un administrador real respecto a “conductas indisciplinadas de mujeres peninsulares” en el Perú, y el pedido de que no dejaran venir mas mujeres blancas solteras ( mas allá de su notoria escasez) por  miedo a que sean un mal ejemplo a las demás señoritas de la sociedad española. De todas formas, estas mujeres no fueron las más. La mayoría vinieron para ser protegidas, establecer una familia, y asegurarse determinado bienestar económico.


Muchas mujeres, en su vejez, o al morir su esposo se vieron obligadas a escribir cartas suplicando una pensión del estado español. Se fundaron casas de recogimiento para ancianas de origen español, con dinero de poderosos españoles inspirados en la fe cristiana.

Durante el siglo XVII el número de mujeres españolas que viajaron a América bajó sustancialmente, los hombres se casaban con mujeres ya americanas.

Las mujeres venidas trajeron la forma de vivir hispánica, las cuestiones cotidianas que son el seno de la cultura, las comidas, los hábitos domésticos, la religión, etc.

La iglesia, sustento ideológico de la conquista, y de la cultura que dominó el proceso de conquista, considera al matrimonio base una sociedad “sana y ordenada”. Para ello, se aseguró de erradicar la poligamia de los pueblos nativos.
Así en el siglo XVI, ambas culturas se fusionaron  compartiendo ese principio moral. 
El matrimonio dentro de la misma raza se daba más entre mujeres nativas y mujeres blancas. Posiblemente por la presión social de mantener su color, y en el caso de las españolas, su estatus social. Las mujeres mestizas estuvieron más abiertas (ellas mismas o su consanguinidad  a casarse con hombres de otro grupo étnico. En México, o lo que era la Nueva España, un estudio muestra que las mujeres mestizas prefirieron a los hombres hispanos, y las mujeres nativas a hombres pardos (mezcla de negros libres).

Además del matrimonio, también se dio la unión consensual, fuente de la mayor parte de las mezclas raciales. Gracias a su propia naturaleza (ausencia de papeles) es imposible calcular cuántos hubieron.

Para mantener la élite racial, a partir del siglo XVIII  Carlos III, prohíbe el casamiento para mujeres blancas menores de 25 años, y para los hombres blancos de 23 años, sin el consentimiento de los padres. Esta medida se visualiza como un intento tardío de detener la mezcla racial de la clase dominante. La regulación por parte del estado sobre el enlace matrimonial se dio con más dureza en los militares, quienes debían pedir permiso a la corona y a sus superiores en mando, pues los reglamentos prohíben explícitamente la mezcla entre castas.



 El matrimonio también funcionó como puerta de acceso al poder burocrático y político. Pero la red que conformará la futura red familiar dirigente de Latinoamérica tardará en conformarse hasta finales del siglo XVI. Comerciantes, mineros, antiguos encomenderos y grandes terratenientes se enlazaron a través del matrimonio. Hacia fines del siglo XVIII estos grupos seguían practicando la endogamia.

 Una familia con muchas hijas podía aspirar a varios matrimonios económicamente provechosos.
Se la consideraba indispensable como productora de hijos, de herederos, es decir en el sentido biológico. No hay documentos que expresen lo que para ellas mismas significaba el matrimonio. Probablemente, los aparatos ideológicos funcionales a las clases dirigentes, como la Iglesia y la educación, habrían de convencerlas para sentirlo como la práctica más apropiada para su sexo y condición social (demás está decir que si buscamos podemos encontrar excepciones). Aún así, no es “raro” que aprobaran dichas prácticas, ya que es la única forma que tiene una mujer de garantizarse su bienestar económico y el de sus hijos.
                  
La sociedad  española consideraba a la mujer imperfecta, débil, frágil, incompleta. Esta idea es llevada a América, junto con el conjunto de leyes que “protege” a la mujer de los abusos de los hombres. El sistema legal se basa en códigos medievales y renacentistas tempranos tales como: Las siete partidas (1265) el Ordenamiento de Alcalá (1386), las Ordenanza de Castilla (1484) y las leyes de Toro (1505).

Las mujeres estaban primero bajo tutela del padre y luego bajo tutela del marido. Hasta la muerte del hombre, la mujer tenía que pedir permiso para hacer mandados, para vender, para participar en reuniones sociales, etc.

Aún así, las mujeres podían mantener la herencia de sus ascendientes a su nombre, y los hijos heredar de forma bilateral, es decir por parte de su padre y de su madre. Después de la muerte del hombre de la casa, los bienes adquiridos durante el matrimonio eran divididos en partes iguales entre los hijos y la esposa. Para evitar tanta fragmentación de la tierra podía dividirse la tierra en una parte más que la cantidad de herederos y esa parte demás era traspasada a uno de los hijos.

Otra forma de darle seguridad económica a las mujeres era el dote, ya que no solo se utilizaba como mecanismo de fortalecer la figura femenina a la hora de buscar matrimonio sino que también se usaba para proveer a la mujer de determinada seguridad económica cuando el marido faltase.

También se utilizaba las “arras” que consistía en un regalo del novio de no menos del 10% de los bienes a la novia. Las arras y la dote se juntaban en un solo monto que corresponderá a la mujer de por vida, el marido firma un papel en el que se compromete a dejarlo intacto al momento de su muerte. Estas  prácticas fueron exclusivas de la sociedad hispanoamericana, las castas, y los nativos no las practicaron. Se extinguió recién en el siglo XVIII.

Las encomiendas se traspasan a los descendientes varones, pero estaba prohibido que sean administradas por mujeres. Igualmente,  en la práctica (en ausencia de hijos varones) esposas e hijas las llevaron adelante. La Corona insistió y promulgó una ley que obligaba a las mujeres casarse antes del año de haber enviudado, pero ésta ley tampoco fue del todo respetada. Las encomiendas llegaron a estar en manos de la misma familia por 2 ó 3 generaciones.

El hecho de basar el control sobre las mujeres en el fundamento de “protección” dio a la mujer colonial determinadas ventajas con respecto a otras mujeres en el mismo período histórico.

La iglesia Católica aceptó el divorcio pedido por parte de la mujer solo por adulterio público, y  maltratos físicos por mucho tiempo. Aún así, como consecuencia de la dependencia económica, era inexistente la posibilidad real que tenía una mujer de pedirlo.

En lo que al sector comercial se refiere, y hacia el siglo XVIII en BS AS, se sabe que las mujeres contraían matrimonio antes de los 20 años, y que a los 25 ya tenían demasiada edad para casarse. El promedio de hijos por mujer casada es de 9.7. Las familias eran  numerosas, sin distinguir clase social. Estos datos no reflejan la realidad de todas las clases sociales, pero si del grupo comerciante en toda América colonizada hacia 1750.

Las mujeres pobres además, debían soportar las condiciones de trabajo fuera de sus trabajos. Ahora bien, producto de la mala alimentación, del rompimiento de los matrimonios, y de las largas jornadas de trabajo, las mujeres indígenas y esclavas tuvieron menos hijos.

No se utilizaron medios anticonceptivos, pero si eran popularmente conocidas formas de abortar naturalmente.

La vida de los  hombres y mujeres era socialmente separada luego de la primer infancia, llegando a la adultez sin una idea mas o menos clara uno del otro. Actuaban basándose en estereotipos prepensados sobre el otro.

La convivencia sin el matrimonio era mejor visto en las clases populares, para quienes no era necesariamente un problema. Muchas mujeres aceptaban vivir con hombres solo con la promesa de casamiento, incluso darle hijos. Si el hombre no cumplía la promesa (cosa que se verificaba solo con la propuesta de matrimonio otra) podía ser denunciado por haber machado el honor de una mujer. Esto se comprobaba con el testimonio de testigos que pudieran afirmar que la mujer había perdido la virginidad con él.

 El  hecho de tener hijos fuera del matrimonio constituía una vergüenza, pero si a los números nos referimos, era muy común. En Lima, ciudad en la que se ha estudiado éste aspecto, se sugiere que el número de hijos de “padres desconocidos” (padre o madre) era el 40% de la cantidad de niños nacidos vivos entre 1562 y 1689. Desde 1610 los niños empiezan a ser anotados como de “madre desconocida” (10%). Se considera muy posible que sean hijos fuera del matrimonio de madres blancas, o hijos de mujeres esclavas que querían que sus hijos nacieran fuera de la esclavitud. El índice de ilegitimidad entre indígenas, negros, y mulatos fue altísimo en el mismo período, llegando a 74% en 1629.

  
Educación

La educación española, basada en las creencias religiosas cristianas, estaba dirigida fundamentalmente a sellar los roles de género: la mujer dentro de la casa, y el hombre fuera de ella.

La educación se implantaba, mayoritariamente a través del catequesis.  Cartillas de varios “fray” eran utilizados como libros de lectura para mujeres y niños, es decir, para los agentes reproductivos de la sociedad. Entre ellas se destacaron las de Hernando de Talavera, confesor de Isabel de Castilla, obispo de Granada y altamente conocido por su oposición a la inquisición. He aquí una reproducción textual parcial:

“Instruir a los que se quieren convertir, segund la ynstrucción que para ello hiço el arçobispo. Curar que los nuevamente convertidos sean bien enseñados en la fee cathólica y bivan como lo manda la religión christiana y que tengan todo lo que ovieren menestar cumplidamente.
Induzilles, espeçialmente a las mugeres moças, que sean religiosas..[…]
Tener mucho cuydado que las que están e estuvieren diputadas para religión sean enseñadas de todo lo que para ello conviene segund su capacidad.
[…] Que las que an sido casadas o sueltas, biudas o moças, que en ninguna manera quieren ser religiosas, las haga poner en la casa para ellas diputada, y encarguelas asimesmo por algunas buenas personas de la çiudad, vistiendolas e proveyendolas primero de lo neçesario que ellas no truxieren o no tuvieren.
[…] Procure de casarlas con christianos viejos, cada una segund meresçiere; con buenas personas, e sean ofiçiales o buenos trabajadores; e ante que las case aya ynformación quien son las personas que las piden, de qué costumbres e de qué ofiçio y de qué trabajo, e qué hazienda tiene y dónde y como, si son compatibles en hedad y condición, si las sabran ynstruir e enseñar como sean buenas christianas. Si lo son ellos. Si tovieron antes que fuesen christianos o
 entonçes amores con ellas: y si antes, que hagan penitençia dello y que por eso no las case, antes provéalos para los casamientos de vestir e algunos dineros segund fueren las personas.
Requerirles amenudo y ver como biven casados o por casar.
Ynstruir a las que de su voluntad y no por amor carnal se quisieren convertir de todo lo que conviene ser ynstruidas, preguntandoles primero las causas de su conversión y sintiendo dellas ser verdad que con zelo de nuestra sancta fee vienen a ella, proponiendoles la guarda della cumplidamente y que an de dexar de todo en todo la seta que tenían e todas sus çircunstançias.
Mirar que en su conversion se guarde la capitulaçión que sus altezas tienen con los moros çerca desto.
[…] Ponga en esto todo muy grand cuydado e deligençia, como en cosa que mucho va y que singularmente el arçobispo encomienda.
[…] Vea el pliego de ynstruçión que se da al maestro de noviçios y requéerale a menudo si haze bien e que haga su ofiçio, avisandole de la dudas que toviere, y exortando el a las personas de la casa que cumplan lo que aquel les enseñare y mandare hazer”

De esta cartilla, se desprende el lugar de “protegida” que tenía la mujer. La mujer debía ser correctamente instruida por el hombre, de ahí el cuidado que se tenía al elegir el marido para ella. La primera propuesta que se le hacía a las mujeres viudas o “sueltas” era la del convento.

Se las incitaba a que llegaran vírgenes al matrimonio, antes de éste, debían aprender las cuestiones domésticas, para dirigir de buena forma la casa y a los niños cuando llegue el momento.

La familia era un micromundo donde se reproducía la sociedad, por lo tanto, la obediencia hacía el padre de la casa no era una opción, tanto por parte de los niños como de la mujer. En éste sentido iban dirigidas las cartillas de Talavera, en obedecer el mandamiento número 4: “obedecerás a tus padres”.

Había una minoría que recibía lecciones sobre lectura y escritura. También aprendían música, canto y latín. Pero éstas mujeres pertenecían a una élite muy reducida al comienzo de la colonia, ya a fines, durante el siglo XVIII, las escuelas tanto públicas como privadas, comenzaron a propagarse, abriéndose ( y obligando)  todas las niñas de cualquier clase social.

Hubo mujeres que realmente cumplieron un rol intelectual, pero éstas desarrollaban sus capacidades principalmente dentro de los conventos. Es el caso de Sor Juana Inés de la Cruz (1648), intelectual de la Nueva España altamente respetada, quién escribió poesía secular y religiosa. Ala edad de 21 años aseguró que no le interesaba ni el matrimonio ni el mundo, y se adentró en las paredes de un convento a leer y escribir, convirtiéndose en defensora acérrima de los derechos de las mujeres de su época.

¿Qué papel, entonces, cumplió la mujer dentro de  las clases dirigentes?   

La educación de las mujeres de la clase dirigente consistía entonces en enseñarles a ser dóciles, flexibles ante la autoridad, cuidado de la casa, de los niños, y en América concretamente lo que se esperaba de ella era que pudieran convertirse en el principal agente reproductor de la cultura cristiana occidental Castellana en América.

Mujer Indígena: cultura arrasada.

La cultura indígena, con mayor aculturación que la cultura europea como consecuencia de la derrota en la resistencia a la conquista, es heterogénea. Dentro de la cultura indígena, o nativa, tenemos varios grupos, y también diversas formas de resistencia. Tenemos también diferentes niveles de sobrevivencia de la cultura en todo Latinoamérica, por lo tanto, tampoco es posible hablar de un solo papel de la mujer indígena, que a su vez, está también atravesada por diferencias sociales.

La mujer pobre de cultura precolombina, tenía la triple opresión: la de casta, la de clase, y la de género.

Tanto la sociedad azteca como la Inca, eran altamente jerarquizadas, y en ambas la mujer tenía un lugar inferior al hombre.

Aunque la mujer noble, era siempre superior a la mujer campesina, lo era también al hombre campesino.

Se practicaba abiertamente la poligamia. De éste modo, se generaba una posibilidad de movilidad social, ya que algunas jovencitas hermosas eran elegidas como compañeras de nobles y guerreros.

En ambas culturas se le daba un lugar especial a las sacerdotisas. En la cultura incaica se la  llamaba “vírgenes del sol”, enteramente entregadas al culto del dios sol. En la cultura azteca las mujeres de culto, llegada la edad, se casaban.

Se ha sostenido que en las culturas preincaicas, las líneas de descendencias eran matriarcales.

Respecto a lo social, el género determinaba el rol que se cumplía dentro de la sociedad. Las mujeres, aparte de las cuestiones domésticas, se dedicaban a la agricultura, a la venta en los mercados, a la preparación de bebidas y medicinas, y al tejido. Con su trabajo las mujeres contribuían al pago de impuestos.

El trabajo de la mujer era valorado como parte sustancial del proceso de producción.

EDUCACIÓN

La educación de la mujer indígena, era transmitida de forma informal, en el seno de la familia y a través de las tareas comunitarias.

Con respecto a la represión del sexo, y a la constitución de la familia hay opiniones encontradas: algunos autores plantean que practicaban la monogamia, otros, la poligamia. Como decíamos antes, muchas diferencias obedecen a la heterogeneidad de las culturas nativas, y a la basta geografía.
El español utilizó sus formas de relacionamiento social, como el matrimonio en busca de fortuna, para entrar en las comunidades indígenas esperando conseguir información, caudales de metales preciosos, o alianzas militares.

¿ Qué papel jugó la mujer indígena en la conquista española?

La mujer indígena, cumplió un papel importantísimo. Sus uniones con los recién llegados abundan, y aunque hay evidencias muchas de consumaciones violentas, también hay  historias de amor.
Las mujeres nativas fueron intérpretes, cuidadoras, funcionando así como puente entre una cultura y otra.

El concubinato entre indias y españoles fue común, también lo fue el secuestro  y la esclavización sexual.

Algunas mujeres eran “dadas” por sus familias a lo españoles, con la esperanza de que fueran mejor tratadas que las mas pobres.

Unos de los papeles que jugó la mujer, y que se desprende de lo desarrollado anteriormente, es que funcionó como puente entre ambas culturas.

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